El duelo entre Máquina y Programador en ocasiones puede ser duro y complicado aunque todos sabemos que, con un poco de confianza y tiempo, tenemos la batalla ganada.
Cuando nos enfrentamos al reto de programar una nueva máquina siempre sentimos un cierto punto de ilusión: un nuevo reto, nuevos elementos a automatizar, quizá una nueva marca de PLC, nuevas maniobras y tecnologías....
A este punto de ilusión se suele acompañar algo de preocupación por saber si seremos capaces de ganarle la batalla a la máquina, ya que cada vez hay que programar más elementos...Las máquinas van incorporando más electrónica y menos mecánica.
Con los años uno va ganando confianza en su capacidad para llevar adelante cualquier proyecto. Recuerdo que con mis primera máquinas tenía pesadillas ... " y si no soy capaz de programar esta máquina ... como haré esta maniobra .....?". Todo eran dudas. Con la experiencia ganas seguridad y con la seguridad, tranquilidad. Cuando te enfrentas a un nuevo proyecto, lo analizas al vuelo y de alguna manera tienes la seguridad de que lo harás funcionar. Tal vez en ese momento no sabes cómo, pero algo dentro de ti te dice que SI, que lo harás funcionar.
Muchas veces el programador se encuentra limitado por el propio diseño de la máquina. Si el proyectista mecánico no ha pensado bien la relación de motores, quizá no esté en nuestras manos llegar al tiempo de ciclo de máquina que se nos pide. En ese caso, difícilmente podremos hacer algo.
Desafortunadamente el programador es el último que entra en escena (antes van los mecánicos, los eléctricos ...) y en ocasiones el tiempo que se nos deja para probar el programa es menor del que necesitamos. Si tenías dos semanas de pruebas te quedan 4 días y ahí es donde la presión te puede jugar una mala pasada. Sí que eres capaz de programar la máquina, pero las prisas y la presión pueden hacer que te quedes bloqueado. Algo parecido suele pasar en la puesta en marcha donde la presión por parte del cliente a veces es muy fuerte.
Aquí es donde el duelo Programador - Maquina se vuelve más crudo y donde hasta el mejor programador puede verse superado por las circunstancias.
Personalmente siempre he conseguido solucionar todos los proyectos y no he dejado nada sin hacer, pero recuerdo una puesta en marcha en la que las lágrimas se me caían y estuve a punto de marcharme de la fábrica con una línea de producción a medio arrancar. El producto salía del horno, las bandejas colisionaban, el producto se quemaba ... un desastre. La maniobra, en apariencia sencilla, no salía. Después de 18 horas delante del ordenador y 4 días trabajando una media de 12 horas, mi cabeza se quedó parada en el momento menos oportuno.
Todavía recuerdo las taquicardias y la impotencia de sentir las miradas de todos sobre mí y no tener a nadie en quien apoyarme ... Así que deje todo, salí a la calle con una Coca Cola dos minutos, tiempo suficiente para tomar aire y pensar que era capaz de solucionarlo, que hasta ese día ninguna máquina había podido conmigo y ésta no sería la primera. Al final, la maniobra salió (unos detectores nos estaban jugando una mala pasada) y la linea trabajó perfecta!
Ese día casi me vence, pero al final la confianza en uno mismo y el amor a este trabajo pudo con esa máquina!
A este punto de ilusión se suele acompañar algo de preocupación por saber si seremos capaces de ganarle la batalla a la máquina, ya que cada vez hay que programar más elementos...Las máquinas van incorporando más electrónica y menos mecánica.
Con los años uno va ganando confianza en su capacidad para llevar adelante cualquier proyecto. Recuerdo que con mis primera máquinas tenía pesadillas ... " y si no soy capaz de programar esta máquina ... como haré esta maniobra .....?". Todo eran dudas. Con la experiencia ganas seguridad y con la seguridad, tranquilidad. Cuando te enfrentas a un nuevo proyecto, lo analizas al vuelo y de alguna manera tienes la seguridad de que lo harás funcionar. Tal vez en ese momento no sabes cómo, pero algo dentro de ti te dice que SI, que lo harás funcionar.
Muchas veces el programador se encuentra limitado por el propio diseño de la máquina. Si el proyectista mecánico no ha pensado bien la relación de motores, quizá no esté en nuestras manos llegar al tiempo de ciclo de máquina que se nos pide. En ese caso, difícilmente podremos hacer algo.
Desafortunadamente el programador es el último que entra en escena (antes van los mecánicos, los eléctricos ...) y en ocasiones el tiempo que se nos deja para probar el programa es menor del que necesitamos. Si tenías dos semanas de pruebas te quedan 4 días y ahí es donde la presión te puede jugar una mala pasada. Sí que eres capaz de programar la máquina, pero las prisas y la presión pueden hacer que te quedes bloqueado. Algo parecido suele pasar en la puesta en marcha donde la presión por parte del cliente a veces es muy fuerte.
Aquí es donde el duelo Programador - Maquina se vuelve más crudo y donde hasta el mejor programador puede verse superado por las circunstancias.
Personalmente siempre he conseguido solucionar todos los proyectos y no he dejado nada sin hacer, pero recuerdo una puesta en marcha en la que las lágrimas se me caían y estuve a punto de marcharme de la fábrica con una línea de producción a medio arrancar. El producto salía del horno, las bandejas colisionaban, el producto se quemaba ... un desastre. La maniobra, en apariencia sencilla, no salía. Después de 18 horas delante del ordenador y 4 días trabajando una media de 12 horas, mi cabeza se quedó parada en el momento menos oportuno.
Todavía recuerdo las taquicardias y la impotencia de sentir las miradas de todos sobre mí y no tener a nadie en quien apoyarme ... Así que deje todo, salí a la calle con una Coca Cola dos minutos, tiempo suficiente para tomar aire y pensar que era capaz de solucionarlo, que hasta ese día ninguna máquina había podido conmigo y ésta no sería la primera. Al final, la maniobra salió (unos detectores nos estaban jugando una mala pasada) y la linea trabajó perfecta!
Ese día casi me vence, pero al final la confianza en uno mismo y el amor a este trabajo pudo con esa máquina!